lunes, 24 de octubre de 2011

Un cambio

(final)
Era una decisión difícil, pero tendría que pensarlo bien.
Esa noche dormí demasiado. Tal vez presentía que sería la última noche en la que lo haría.
A la mañana siguiente me sentía diferente. Mis sueños habían aclarado mi mente y ahora sabía que debía hacer, o al menos eso suponía.
Tomé un baño, esta vez más largo que de costumbre, me arreglé más de lo normal y me preparé para salir a la calle.
La decisión aún corría por mi mente de vez en cuando. Debía encontrar la solución a esta nueva circunstancia que me presentaba la vida.
Me sentía obligada a superarla para salir adelante con mi familia.

Después de que los días pasados no fueran buenos, debía seguir.
Fue entonces cuando me decidí salir a la calle y buscar una solución a mis problemas.
Una caminata me bastó para darme cuenta de qué es lo que debía hacer.
Regresé a mi casa, esta vez con más ganas de olvidar lo sucedido.
Y fue así como le dije a mi abuela que empacara, saldríamos de viaje, y debíamos cargar con lo indispensable y una o dos mudas de ropa.
Hablé por teléfono con mi mamá y le dije que pasaríamos por ella, que tomara lo necesario y dejara las cosas iguales en casa.
Mi mente viajaba rápidamente y planeaba tantas cosas en tan poco tiempo que no sabía que elegiría aún. Lo único que sabía es que teníamos que huir ese mismo día.

Partimos de la casa a las 3:oo pm. Decidí que lo mejor era cambiarnos de residencia. Emprendimos el viaje hacia aquel estado, nuestro nuevo hogar sería en Querétaro.
Todo el camino fui reflexionando la nueva personalidad que adoptaría, pues después de todo, había decidido hacerme pasar por judía.
Tomé libros de la biblioteca y algunos otros que ya tenía para estudiar acerca de esta religión, pues no me sería fácil cambiar lo que sabía por una religión nueva.
Traté de acordarme de conocidos que también tenían esta religión para adoptar algunas frases o expresiones que tenía y no se viera tan extraño el cambio.
Mi mamá me preguntaba porque estudiaba eso, aunque ella creía en Dios, no sabía aún la decisión que yo había tomado.

Al llegar a Querétaro fui en busca de Francisco, un amigo judío que había conocido hace ya varios años, para que nos indicara dónde podríamos quedarnos a vivir o rentar algún departamento. Él nos ofreció su casa por algunos días en lo que encontrábamos dónde quedarnos. Y me informó como estaba la situación en el estado, platiqué con el hasta pasada la media noche.

Antes de dormir me preparé psicológicamente para mi primer día como judía, no sin antes pedir perdón a mi Dios por lo que después haría.

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